Las habilidades soft, blandas o transversales van ganando peso en los procesos de selección y entrevistas de trabajo. Frente a las habilidades duras, referidas a los conocimientos adquiridos, las habilidades soft nos hacen sobresalir como buenos profesionales.

¿Por qué? Porque puede que una persona posea un título o determinada formación, y sea capaz de acreditarla. Pero eso no significa que sea capaz de comunicar o desarrollar esos conocimientos trabajando en equipo o en un proyecto.

Las habilidades soft, en cambio, son competencias sociales y conductuales que reflejan nuestra capacidad para interactuar con los demás -compañeros, clientes, jefes,…-. Y son valoradas positivamente por los reclutadores porque afectan a la productividad y al clima laboral. Además de diferenciarnos, si el nivel intelectual es similar al de otros candidatos.

Trabajo en equipo

¿Cuáles son las habilidades soft más demandadas en el mundo laboral? Aquí tienes diez de ellas:

  • Trabajo en equipo. Imprescindible para impulsar proyectos y el crecimiento de la organización. Es la habilidad de entender que formamos parte de algo mayor –la empresa u organización-. Y que el éxito depende de los esfuerzos y logros del grupo, así como de nuestra capacidad para aprovechar las sinergias, fortalezas y capacidades diferentes dentro del mismo.
  • Facilidad de comunicación. Es la habilidad para dar a conocer nuestras ideas y puntos de vista oralmente y por escrito, así como para hablar en público.
  • Escucha activa y empatía. Esta habilidad es clave en la resolución de conflictos. Debemos escuchar a nuestros interlocutores prestando atención, captando lo esencial del mensaje recibido y poniéndonos su lugar, para saber lo que sienten o piensan en ese momento.
  • Adaptación al cambio. La velocidad con la que se incorporan los nuevos cambios tecnológicos, laborales, legislativos… nos obliga a ser flexibles y a actualizar nuestros conocimientos continuamente. Esta capacidad para interpretar el entorno y adecuarnos a las nuevas circunstancias nos ayudará a enfrentarnos con éxito a los nuevos retos.
  • Autodominio y tolerancia al estrés. Probablemente en la entrevista de trabajo te pregunten directamente si estás acostumbrado a trabajar en situaciones de presión. Debemos ser capaces de controlar nuestros impulsos y reacciones en estos casos. Y de continuar actuando con eficacia, manteniendo la calma y sin perder de vista lo más importante.

Integridad y profesionalidad

  • Resilencia. Vivimos en un entorno donde el fracaso no está bien visto. No obstante, la capacidad para sobreponerse al mismo y avanzar en la consecución de nuestros objetivos sí que es valorada positivamente.
  • Optimismo. Ver el vaso medio lleno, y no medio vacío, facilita el trabajo en equipo. Es una actitud contagiosa –igual que el pesimismo, por cierto-, genera buen ambiente e incrementa la productividad.
  • Integridad. Parece evidente que debemos trabajar de manera ética y honesta, haciendo siempre lo correcto. Pero la alta competitividad que se impone en algunos centros de trabajo está dando al traste con este principio, olvidando que somos compañeros, y no enemigos.
  • Creatividad. Habilidad para hacer propuestas originales, basadas en ideas o conceptos innovadores. Pero también para buscar nuevas soluciones a los problemas que van surgiendo.
  • Actitud profesional. Siempre la relaciono con la anterior, porque he trabajado con personas “creativas” que relacionaban dicha habilidad con la informalidad y la dejadez. Pensaban que había que ser “creativo” y además parecerlo. Y esto no es así. Es necesario mantener una actitud adecuada en el trabajo, y responder a las exigencias del mismo en tiempo y forma.